32

El otro día me miré en el espejo y me ví unas arrugitas. Unas patitas de gallo de lo más desalentadoras. La primer cana me salió a los 21, con lo cual pensandolo bien, resistí estóicamente más de 10 años al temita de las arrugas. Tan mal no está.

Hasta ahora me venía jodiendo bastante dejar de ser una piba de veintipico, pero los treintayalgo también tienen su encanto. Uno es más tranquilo (?), más mesurado (?), más maduro (?), tiene más experiencia (?), tiene los pies en la tierra (?)...

Yo siento que sigo siendo la misma pendeja impulsiva que era a los 21. La misma loquita que hace reír a todos en el trabajo. La misma nena, con los mismos sueños.

El camino hasta acá fue arduo, lleno de escollos. Y cada una de las desiciones que tomé, cada uno de los pasos que dí durante ese camino, los dí en la más absoluta oscuridad.

No hubo guías. No hubo luces de emergencia. No hubo nada que me indicara cual era el sendero correcto. Quizás por eso todo tiene más mérito. Quizás por eso he vivido tan intensamente.

Crecí y no hubo nadie que me ofreciera un camino más luminoso por el cual transitar. No hubo quien me tomara de la mano y me ayudara a no tropezar con algunas piedras.

Seguí y sigo caminando en la oscuridad. Y es por eso que hoy, quiero pedir disculpas a quienes pude haber lastimado en el trayecto. Pero me quedo, sin dudas, con los que puedan entender.

Entender que nunca hubo malas intenciones. Entender que siempre fue tratando de hacer lo mejor. Entender que constantemente hay una lucha interna dentro de mí. Entender que voy dando tumbos para no hacer lo que me quisieron inculcar toda la vida. Y entender, que como todos, hago lo que puedo.

Hoy quiero agradecerles a todos y cada uno de los que se acordaron hoy de mí. Los que estuvieron para darme un beso y un abrazo, los que me llamaron, los que me hablaron por el msn, los que me escribieron mails, los que mandaron sms, los que solo se acordaron...mi corazón los percibe igual.

Todos tuvieron que ver en que mi día se modifique. Anoche a las 00.05, después de contestar los primeros mensajes, me dormí llorando y hoy me desperté llorando. Pero gracias a cada uno de ustedes hoy me vuelvo a mi casa con una sonrisa en la cara.

Gracias, de verdad.

Sin dudas una de las mejores desiciones que tomé en mi vida fue abrir un blog. Tanto la gente que entró a mi vida por aquel AntaresCaro del 2005, y los que siguen entrando hoy por este CaroTros, son de las cosas que más feliz me hacen.

Y para ir cerrando, este es mi auto-regalo de cumpleaños. Porque el futuro ya llegó, llegó como vos no lo esperabas, todo un palo...ya lo ves.

Ahora que... - Joaquín Sabina



Ahora que nos besamos tan despacio,
ahora que aprendo bailes de salón,
ahora que una pensión es un palacio, donde nunca falta espacio
para más de un corazón...
Ahora que las floristas me saludan,
ahora que me doctoro en lencería,
ahora que te desnudo y me desnudas,
y, en la estación de las dudas, muere un tren de cercanías...
Ahora que nos quedamos en la cama,
lunes, martes y fiestas de guardar,
ahora que no me acuerdo del pijama,
ni recorto el crucigrama, ni me mato si te vas.
Ahora que tengo un alma que no tenía.
Ahora que suenan palmas por alegrías.
Ahora que nada es sagrado ni, sobre mojado,llueve todavía.
Ahora que hacemos olas por incordiar.
Ahora que está tan sola la soledad.
Ahora que, todos los cuentos, parecen el cuento de nunca empezar.
Ahora que ponnos otra y qué se debe,
ahora que el mundo está recién pintado,
ahora que las tormentas son tan breves
y los duelos no se atreven a dolernos demasiado...
Ahora que está tan lejos el olvido,
ahora que me perfumo cada día,
ahora que, sin saber, hemos sabido
querernos, como es debido, sin querernos todavía...
Ahora que se atropellan las semanas, fugaces, como estrellas de Bagdad,
ahora que, casi siempre, tengo ganas de trepar a tu ventana
y quitarme el antifaz.
Ahora que los sentidos sienten sin miedo.
Ahora que me despido pero me quedo.
Ahora que tocan los ojos, que miran las bocas, que gritan los dedos.
Ahora que no hay vacunas ni letanías.
Ahora que está en la luna la policía.
Ahora que explotan los coches, que sueño de noche, que duermo de día.
Ahora que no te escribo cuando me voy.
Ahora que estoy más vivo de lo que estoy.
Ahora que nada es urgente, que todo es presente, que hay pan para hoy.
Ahora que no te pido lo que me das.
Ahora que no me mido con los demás.
Ahora que, todos los cuentos, parecen el cuento de nunca empezar.

Laura y el Mar (una más que faltaba acá)

El día era tibio y aunque ya el verano había pasado, algunos días todavía se podía disfrutar de una temperatura agradable.

Laura tomó su bicicleta y pedaleo hasta la playa. Cuando llegó no había casi nadie.

Era su hora favorita, la del atardecer. La hora en que el sol se fundía con el mar y ella en la soledad de la playa podía disfrutar de los colores y del silencio.

Apoyó la bicicleta contra un muro de la costanera y comenzó a bajar los pocos escalones que la separaban de la arena. Caminó descalza hasta el mar, mientras la suave brisa le revoloteaba entre su cabello y no percibió que alguien la estaba mirando.

Laura era joven, en su interior casi una niña, pero era muy nostálgica. Siempre había tenido a quien extrañar, una madre, un padre, un amor, un hermano…y fue esa misma nostalgia la que la hizo ir ese atardecer a la playa.

Al llegar a la orilla del mar, levantó su larga pollera que le rozaba los tobillos y dejó que las pequeñas olas le mojaran los pies. El agua estaba fría, ya era Abril.

Quien la observaba pensó en lo hermosa que era esa mujer que caminaba como sobre una nube y mojaba con el agua del mar, sus pequeños pies. Cuando la vio acostarse sobre la playa sin que le importara si su pelo se llenaba de arena, le interesó aún más seguir mirándola.

Laura apoyó su espalda y sintió la tibieza que todavía se mantenía en la arena, tomó pequeños puñados con sus manos y jugó durante un rato con la arena mientras, con los ojos cerrados, escuchaba a las gaviotas y el sordo ronquido del mar.

El mar siempre había sido algo especial para ella, pero ese lugar, esa playa, sentía que era su lugar en el mundo. El único lugar en donde se sentía conectada con el universo y en donde todo era posible. Un lugar en donde las dimensiones cambiaban, allí los grandes problemas parecían pequeños comparados con la inmensidad del mar, y el profundo amor que sentía parecía tener una fuerza gigantesca…ella quería ser la marea, quería ser parte de eso y poder estar del otro lado del mundo en solo un momento.

Sus ojos no podían dejar de mirarla…le seducían sus caderas, su manera de moverse, el tono de su piel, la manera en que se arreglaba su largo pelo. Por un momento hasta fantaseó y se vio haciéndole el amor. Pensó en bajar más cerca de la orilla y hablarle, presentarse, pero no quería molestarla. Parecía como si ella estuviera manteniendo un ritual, se la veía como en otro plano y no sabía si interrumpir todo eso. Además, le fascinaba mirarla y que ella no lo supiera.

Abrió lentamente los ojos y se sentó de piernas cruzadas, ya el sol estaba llegando a tocar el horizonte y no quería perderse ni un momento de ese atardecer. Era muy especial. Era el último. Había tomado una determinación y luego las cosas ya no serían como hasta ahora.

Sacó un papel de su morral y releyó una carta que había escrito la noche anterior. Era una carta breve, una carta simple, una carta de despedida. En realidad era un borrador del original que ya le había echo llegar al destinatario. Laura no había tenido el coraje de hablar y había preferido escribir, siempre era más fácil así.

Concentró su vista en el horizonte, esa bola de fuego ya comenzaba a fundirse en el agua y a formar unos colores maravillosos, únicos. Tuvo un escalofrío y no supo si estaba desabrigada o era una sensación de ese momento.

El seguía mirándola. Pero sentía que era un momento especial y que no tenía que interferir. Pensó que el pueblo era chico y que seguramente la volvería a ver para poder hablarle. Miró su reloj y pensó que ya era tarde para seguir en la playa. Subió a la costanera y comenzó a caminar lentamente. Antes de alejarse demasiado, volvió a mirarla y grabó esa imagen del atardecer y ella en la playa…era mágica. Más de una vez en el largo recorrido que lo separaba de su casa giró su cabeza, esperando verla.

Faltaban apenas unos minutos para que el atardecer terminara por desaparecer y llegara la oscuridad de la noche. Laura comenzó a sentirse más triste aún. Pensó en los motivos por los que había tomado esa determinación y evaluó si estaba mal lo que estaba por hacer.

Se puso de pie y miró a su alrededor. No vio a nadie. Estaba sola. Era el momento que esperaba. Dejó su morral, se sacó la pollera y caminó hasta la orilla del mar. Volvió a mirar a su alrededor, vio a una persona caminando por la costanera, pero nada más.

Deseo con todas sus fuerzas que él estuviera allí. Que la rescatara.
Pero no había nadie. Solo ella. Y ella no tenía más fuerzas.

Decidida, caminó hacia el mar y con las mejillas inundadas de lágrimas, se dejó llevar.

Cuando él llegó de la playa, encontró una carta pegada a la ventana de su casa. La abrió y vió que estaba firmada por Laura.

“No conozco a ninguna Laura” -pensó.

Aaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhh!!!

Como te extraño la re puta madre que lo parió!

Océano - Cuentos Borgeanos

Despertar (no es nuevo, pero me faltaba postearlo acá)

Lentamente despertó en esa habitación. Aquel cuarto que podía parecer pequeño para quien lo viera, para ella era todo un universo. Un universo que investigar y descubrir. Aquel universo en el que tantas veces había añorado estar.

Acostada y todavía sin moverse en esa estrecha cama, recorrió con sus ojos cada elemento que estaba apoyado sobre el escritorio junto a la cama, la ropa que había quedado tirada en el piso, los posters que decoraban las paredes. No había muchas cosas, pero todo le llamaba la atención.

Pensó en donde estaría él, la cama todavía guardaba su tibieza. Quiso saber la hora pero estaba demasiado a gusto como para moverse y tener que buscar un reloj. A pesar de que el cuarto no tenía ventanas, calculó que todavía era de madrugada y no había amanecido. Volvió a pensar en donde estaría él, y pudo oler en las sábanas el aroma de su perfume.

Recordó lo maravilloso que había sido el encuentro de la noche anterior. Tantos años. Tantas ilusiones. Las lágrimas en sus ojos en el momento de mirarse por primera vez. La charla mezclada con las copas y poder reírse tanto. Entenderse tanto. Perdonarse tanto. La suavidad de sus manos recorriendo cada milímetro de su piel. La pasión contenida por tanto tiempo, siendo expresada al fin. Esa perfecta química que los había unido desde el primer día.

Dónde estaba él? Antes había pensado que estaba en el baño o en la cocina tomando un poco de agua, pero ya había pasado mucho tiempo para eso. O no. En realidad no tenía mucha noción del tiempo. Estaba tan perfectamente cómoda que no quería mover un solo músculo por miedo a perder esa sensación. Pero quería que él volviera. Sentía tantos deseos de que la abrazara nuevamente. De sentirlo pegado a su espalda mientras le hablaba al oído. De quedarse dormidos juntos y que sus respiraciones se volvieran una.

Cruzó por su cabeza una idea que descartó de inmediato. Era una locura pensar en que él no volvería. Si ese era su cuarto! Allí estaban todas sus cosas. Miró su computadora y pensó en cuantas veces habían hablado con un monitor de por medio, sin poder tocarse ni verse. Y recordó también todas las veces en las que ella había imaginado estar en su cama, como estaba ahora. Cuantas veces había fantaseado con la idea de despertarse y verlo a él junto a la cama, sentado, mirándola mientras ella dormía luego de hacerle el amor.

Faltaría mucho para que volviera? Realmente se moría por estar con él otra vez. Cerró los ojos y se quedó allí acurrucada como había despertado, esperándolo.

Cuando despertó se encontraba muy lejos de aquel cuarto. A miles de kilómetros de distancia. Se miró al espejo que la enfrentaba junto a su cama y vio su cara de todas las mañanas. Sola, ojerosa y triste como siempre.

Había despertado.

Noctambulismo

Gritar.
Llorar en la ducha.
Golpear contra la pared.

Dolor de cabeza intenso.
Llorar a escondidas.
Gritar, más fuerte.

Golpear contra la pared, más fuerte.
Tirarse del pelo hasta arrancarse un mechón.
Llorar mordiendo una toalla.

Temblar.
Apretar los dientes hasta que sangren las encías.
Dolor de cabeza mortal, hasta el ojo.

Insomnio.
Rabia.
Más dolor.

Vomitar.
Hundir la cabeza en el agua.
Ahogarse.

Morderse las muñecas.
Autoflagelación.
Sindrome de abstinencia.

Futbolistas que trabajan de otra cosa

La agencia de publicidad BBDO ganó nuevamente el Lápiz de Oro y de esta manera, quedó en su poder el quinto de los 7 lápices del 2008. En este caso el del mes de Julio fue para "Psicólogo" de Gatorade.

Al margen del spot ganador, les dejo otro de la saga que se llama "Maestro de música" y es mi preferido. Me matan las caras que pone y la musiquita.

Para que tengamos la sensación de que el viernes se está comenzando a acercar...

"Psicólogo"


"Maestro de música"

Domesticandonos

Entonces apareció el zorro:

-¡Buenos días! -dijo el zorro.
-¡Buenos días! -respondió cortésmente el principito que se volvió pero no vio nada.
-Estoy aquí, bajo el manzano -dijo la voz. Sólo con el corazón se puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos.
-¿Quién eres tú? -preguntó el principito-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro-, no estoy domesticado.
Ah, perdón! -dijo el principito.

Pero después de una breve reflexión, añadió:
-¿Qué significa "domesticar"?
-Tú no eres de aquí -dijo el zorro- ¿qué buscas?
-Busco a los hombres -le respondió el principito-. ¿Qué significa "domesticar"?
-Los hombres -dijo el zorro- tienen escopetas y cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
-No -dijo el principito-. Busco amigos. ¿Qué significa "domesticar"? -volvió a preguntar el principito.
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear lazos... "
-¿Crear lazos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos. Y no te necesito. Tampoco tú tienes necesidad de mí. No soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...

-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado...
-Es posible -concedió el zorro-, en la Tierra se ven todo tipo de cosas.
-¡Oh, no es en la Tierra! -exclamó el principito.
El zorro pareció intrigado:
-¿En otro planeta?
-Sí.
-¿Hay cazadores en ese planeta?
-No.
-¡Qué interesante! ¿Y gallinas?
-No.
-Nada es perfecto -suspiró el zorro.

Y después volviendo a su idea:
-Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!

-¿Qué debo hacer? -preguntó el principito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
-Ven a jugar conmigo -le propuso el principito-, ¡estoy tan triste!

El principito volvió al día siguiente.
-Hubiera sido mejor -dijo el zorro- que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.

Sting - She´s too good for me

Amor de Playa y NX 250

Se conocían de toda la vida. Esas maneras de decir de pueblo, de gente grande. Ella era una pequeña mujer, y él apenas jugaba a sentirse hombre.

De repente el verano los sorprendió. Ella recién llegaba con su familia. Y se saludaron como cada año, cuando se reencontraban en el mismo lugar. Se preguntaron de sus vidas, charlaron un poco y se pusieron al día. Era extraño ya que en el invierno estaban bastante más cerca. Pero el verano y el lugar, tenían la magia que permitía el reencuentro.

Eran vecinos de la casa de veraneo. Amigos de toda la infancia. Él siempre se había sentido atraído por ella, sus ojos siempre se habían detenido para observarla. Ella que era dos años mayor y lo veía como al hermano mas chico de Dante, su amigo de la playa.

Pero ese verano, el hermanito que antes molestaba cuando querían jugar a algo de "grandes", ya no era tan chico. Lo descubrió cuando él se acercó y ella prácticamente no lo reconoció, hasta que vio sus ojos negros y allí, encontró a Diego.

Se quedó sola pensando y después de un rato, cruzó la medianera que separaba las casas. Algo le había quedado rondando en la cabeza. No sabía si era la charla rápida, los ojos negros, los rulos de su pelo o la remera blanca. Ver a un hombre vestirse con una remera blanca y jeans, siempre le había gustado. Era como la simpleza del buen gusto. Y además, debajo de esa remera blanca, había descubierto el cuerpo de un hombre.

Mientras esperaba que él bajara de su cuarto, en su cabeza revoloteaba su sonrisa, o sus ojos, o más bien esa forma de mirarla que había tenido durante la charla. Una mirada profunda, intensa que parecía penetrarla y descubrir todos sus secretos. Había cosas que no hacía falta hablar, se conocía desde hacía tanto. Y entonces mientras esperaba, sentada en el umbral de la puerta, la vio.

El salió y le mostró lleno de orgullo la moto que se había comprado con los ahorros de su primer trabajo. Sabía que era una de las debilidades de ella. La moto, la marca...la conocía tanto. Por eso la invitó a dar una vuelta. Secretamente, había esperado años este momento. Años para que ella comenzara a verlo, realmente.

Cuando arrancó el NX 250 y sintió las manos de ella apoyarse en su cintura, Diego confirmó que lo que sentía era verdadero. En algún momento lo había dudado, claro. Era un amor idealizado, soñado desde la inocencia de quien se enamora de una chica más grande sabiendo que, indefectiblemente no va a ser recíproco. La adoraba y la admiraba en silencio. Y ahora poder estar con ella y llevársela a andar en moto por la playa, era casi como un sueño hecho realidad.

Llegaron hasta la costanera, él paró la moto. Ella se sentó en el murallón y le sorprendió ver que ya estaba atardeciendo. Y era un increíble atardecer sobre el mar. El sol se derretía sobre el océano y los colores se esfumaban en el horizonte. Diego se sentó a su lado y empezaron a conversar de cosas que ninguno recordaría luego de un tiempo.

-Vos me gustás, lo sabés?, le dijo Diego.
Ella agachó la cabeza y sonrió. Sintió su mano tomarle la carita y hacer que lo mire nuevamente a los ojos.
-Me dejás que te de un beso?, volvió a preguntar
-Hay cosas que no se preguntan, respondió ella.

Lo que pasó después fue una hermosa historia de amor, en la que dos personas que estaban creciendo descubrieron lo bueno y lo malo del amor.

La inocencia de hacer el amor a escondidas, lo divertido que podía ser el sexo con entendimiento, la magia de besarse bailando un lento, lo maravillosamente único que es sentirse amado, lo terriblemente cruel que es no ser correspondido, lo mágico que es un primer "te amo" tanto para el que lo dice como para el que lo escucha, pero lo triste que puede ser no recibir una respuesta a cambio...

Cuando el verano terminó, la ciudad no fue un ámbito propicio para que esta historia continúe. Hubo idas y vueltas en moto, mal entendidos, comentarios malintencionados, y terminó.

El día en que ella le pidió que no se vieran más, Diego no pudo evitar ponerse a llorar y preguntarle que era lo que él había hecho mal. Le pidió que le diga que tenía que hacer para que no se terminara. Le preguntó si recordaba todo lo que él la quería.

Ella también lloraba. Pero no podía explicarle, porque estaba convencida de lo que hacía. Sus motivos eran válidos en ese momento. No podía explicarle que otra vez se sentía en el medio y que estaba obligada a hacer una elección.

Una elección que más adelante, entendería como el primer gran error de su vida. Pero los lamentos y los arrepentimientos siempre llegan tarde.

Ignorancia

"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas."

Albert Einstein

Sigo con el 2x1

Pogo...con que se come?

Eramos cuatro o cinco personas reunidas alrededor del televisor. Todos adultos rondando los 30 salvo G, que ronda los 20. Las imágenes mostraban un recital de rock. El videograph de TN subtitulaba algo así como "los fanáticos hicieron un gran pogo y hubo muchísima gente".

G: Chicos, qué es pogo?
Nos miramos entre todos, con caras completamente anonadadas.
CaroTros: Me estás jodiendo? Decime por favor que me estás jodiendo...
G: No chicos, en serio, no sé que es "el" pogo...qué es?
CaroTros: Vos nunca fuiste a un recital? Te juro que me estás poniendo nerviosa...
G: Siiiii, fui a ver a Montaner...
T: Decime una cosa. Vos además de Radio Disney, qué escuchás?

-------------------------------------------

Mi Paraguas Invisible

Siempre quise tener un paraguas transparente. Cuando era chica y veía a las nenas por la calle que tenían paraguas de plástico transparente me quería morir por no tener uno. Me quisieron conformar con unas botas para lluvia amarillas, pero nunca fue lo mismo.

CaroTros: No sabés! El señor que está en la otra cuadra tiene unos paraguas transparentes! Están buenísimos! Siempre quise uno así. Creo que me lo voy a comprar.
G que primero se quedó pensado por un segundo, después dijo: Pero Caro, como vas a hacer?
CaroTros: Cómo voy a hacer con qué?
G: Y con el paraguas...no lo vas a ver.
CaroTros con ojos desorbitados: Es transparente mamina, no invisible!


Nota: G, te adoro y lo sabés. Pero también sabés que no puedo evitar publicar estas cosas. Son magistrales.

Duplete

No pude elegir por uno de los dos. Fue imposible.
Estuve todo el día escuchando estos dos temas. Quemandome la cabeza.
Lo lamento pero hoy van a tener que bancar mi locura.
Quizás se vengan unos días de silencio, espero que sepan leer entrelíneas y entender...

Juguetes Perdidos - Los Redondos


Pájaros en la Cabeza - Ismael Serrano

R.E.M. - Man on the Moon

Lágrimas de Colectivo

Esta mañana, como todas, tomé el 110 que me lleva desde mi casa en Villa del Parque, a Palermo para venir a trabajar.

Me tocó sentarme en uno de los asientos en los que vas mirando para atrás. En general trato de evitarlos. Primero no me gustan y segundo me mareo. Pero a veces no hay opciones y el viaje es largo para ir parada.

Ir mirando para atrás implica también ir viendo a todos los que comparten el viaje conmigo. Es una práctica habitual en mí hacer un análisis de cada persona que me llama la atención (no de cualquiera) en base a como se viste y los objetos personales que porta, pensar en como es esa persona, como es su vida, su familia, ver dentro de que prototipo encaja, si va tarareando quiero adivinar que música está escuchando, etc.

El viaje se me hace más corto y más entretenido, pero ya a esta altura no es algo premeditado. Lo hago automáticamente y no me dí cuenta real de esto, hasta hoy.

Si bien en el primer tramo del viaje iba bastante inmersa en mis pensamientos y en la música que sonaba en mi mp3, hoy me llamó mucho la atención ver a tres mujeres llorando en el colectivo.

No me llamó la atención verlas llorar. Tampoco que fuera en el colectivo. Lo que me sorprendió fue que las tres estuvieran llorando al mismo tiempo, en el mismo colectivo, por diferentes motivos seguramente y sin verse entre sí.

Recordé las noches de los jueves en las que salgo de terapia y muchas veces me pongo a llorar en el colectivo sin que me importe absolutamente nada. Y las entendí. Entendí que a veces es muy fuerte lo que nos pasa y no lo podemos contener.

Miré a la mujer que estaba más alejada. Una señora de unos sesenta años, con la piel muy muy blanca, casi transparente y que tenía los ojos llenos de lágrimas. Pensé que quizás habría enviudado hacía poco y lloraba por haber pasado por algún que le recordaba a su marido. Después pensé que podía ser por los hijos, que no los veía tanto como ella deseaba y los extrañaba.

Luego puse mi atención en la otra, la que estaba casi frente a mí. Ella realmente me conmovió. Tenía los ojos colorados y trataba, sin éxito, de tragarse el llanto.

Era una mujer de unos cuarenta años, pero de esas que yo defino como "apretaditas". Vestía con ropa muy seria. Pantalón negro de vestir, una polera color salmón que era su única nota de color, un tapado negro y una cartera también negra. Tenía dos anillitos de oro de los cuales uno era una alianza. Llevaba el pelo con un corte carré y flequillo. Estaba seria, pero sus ojos transmitían una tristeza muy profunda.

Me imaginé un matrimonio opaco, sin luz, vacío. Volví a ver su actitud "apretadita" que traduje en que nunca o pocas veces cogió bien. La ví cuidando hijos que después la maltrataban y rodeada de una familia que nunca se interesaba por sus necesidades. Me dieron ganas de abrazarla cuando la ví doblar el pañuelito de papel y secarse los ojos con mucho cuidado para que no se le corriera el maquillaje y nadie preguntara nada en la oficina.

La tercera mujer lloraba casi a escondidas. Tratando que nadie la notara. Que nadie se fijara en ella ni en su dolor. Era un dolor que tenía que mantener oculto. Ya no sabía si lo hacía porque no quería que nadie lo sepa, si era para que él no lo sepa, o si sentía que ya nada de eso valía la pena. Cada vez que sentía el enojo de él hacia ella manifestarse, sentía que nada había valido la pena.

Solo podía pensar en esos sueños que había tenido. Iba escuchando ese tema que se lo recordaba y que tenía un mensaje para él. Sabía que todavía seguía enamorada. A pesar de todo y profundamente. Eso era algo contra lo que ya no podía luchar. Solo le quedaba esperar.

Quizás algún día. Quizás en otra vida. No lo podía saber. Y por eso lloraba. Por la incertidumbre de no saber si algún día todo ese amor que sentía, iba a valer la pena.

La tercera mujer que lloraba en el colectivo se sentó en el mismo asiento que yo. Ambas mirabamos hacia atrás. Yo iba escuchando este tema.

Ella también.

Publicidad Chilena

El Pibe de los Astilleros

Me acuerdo como si fuera este mismo momento del día que escuché por primera vez un tema de Los Redondos.

Estaba sentada en el sillón del cuarto de mis abuelos y miraba tele. En esa época miraba mucha tele. Ese año había dejado el colegio para cuidar a mi abuelo. Su Alzheimer empeoraba cada día y no podía estar solo.

Yo solo tenía 14 años, y si bien había asumido la tarea con todo el amor que le tenía, se me iba haciendo cada vez más pesado. Era demasiada la responsabilidad de cuidar a una persona que a veces, ni siquiera me reconocía. Fue un año muy duro, en el que para olvidar lo que tenía que ver en mi propia casa, la tele era una buena compañera.

Me había enganchado con un programa muy bizarro ideado por Gastón Portal, que en el futuro sería un exitoso productor. No recuerdo bien de que iba la historia, ni el nombre del programa, pero sí recuerdo perfectamente la escena.

Era en el barrio de la Boca, en el riachuelo puntualmente y había un botecito flotando en el medio de la negrura que pretendía ser agua. Y ahí empezaba a sonar la intro del tema.

Ya los primeros acordes me sedujeron, pero cuando sonó la voz del Indio que yo hasta ese momento no sabía quien era, simplemente me enamoré. Entendí en ese preciso instante, sin saber quien cantaba ni quienes eran los que tocaban; que lograban conmoverme y que iba a escucharlos hasta el día que me muriera.

De ahí en más empecé un derrotero para descubir el nombre del tema y una vez conseguido el dato, juntar la plata para comprarme el cassette. No sé si en esa época ya había cds, es posible, pero no estaban a mi alcance.

Recuerdo el día que me fuí hasta el Musimundo de Flores para comprarmelo. Entré y le dije a un chico "Hola, estoy buscando un tema que se llama El Pibe de los Astilleros, lo tenés?"

El vendedor que me miró con cara de "pobre nena no sabe quien son los redondos", pero me atendió muy amablemente me dijo: "Mirá, me queda 1 solo cassette de La Mosca y La Sopa, que es el que tiene ese tema. Pero no tenemos la caja con la tapa, no la puedo encontrar en el depósito. Lo querés igual?"

De más está aclarar que mi respuesta fue un rotundo sí. El pibe era copado y me descontó unos pesos por vendermelo sin caja. Todavía tengo guardado ese cassette con la tapa que le hice mientras daba mi primeros pasos en una computadora prestada.

Ojalá que lo disfruten tanto como yo.