Bloody Friday

Luego del llamado, salió corriendo del departamento. El corazón le latía desbocado y parecía salirse del cuerpo. Una y otra vez presionaba el botón, como si en esa repetición estuviera resolviendo la llegada más veloz del ascensor.

Tenía que bajar cuatro pisos y los nervios no le permitieron pensar. Más tarde se reprocharía no haber usado las escaleras. De todas formas, no hubiera modificado nada.

Cuando se paró frente a la puerta le costó hacer entrar la llave en la cerradura, pero bajo ningún aspecto se imaginaba lo que estaba a punto de ver.

Sintió la llave deslizarse dentro del tambor y logró hacerla girar. Ese era el momento en el que todo estaba a punto de cambiar. Los nervios se transformarían en desesperación y el desconocimiento, en profundo miedo.

Cuando abrió la puerta le llamó la atención el piso. La madera ya no tenía ese tono roble claro de siempre, sino que era roja. Estaba regado de sangre. Por todas partes.

Eran grandes manchas en todo el pasillo de entrada. Solo podía pensar en qué había pasado. No entendía como en los breves instantes que habían pasado entre el llamado y su entrada al departamento, se había desparramado tanta sangre por todas partes.

Las marcas rojas seguían apareciendo por la cocina, el baño. Claro que, todavía no había visto lo peor. Era solo el preludio. El corazón en lugar de latir, se le había paralizado. Nunca había visto una escena semejante.

Entró al ambiente principal y la vio. Con su largo pelo rubio, sentada en el medio de un enorme charco de sangre. Pasaba de llorar histéricamente a decirle que sí, que se quedaba tranquila. Sus manos temblorosas trataba de frenar su propia sangre con una toalla.

No entendía de donde salía tanta sangre y entonces ella le mostró, levantando su pierna. Se le había reventado una vena y la sangre fluía como el agua, gracias a los anticoagulantes. Corrió a buscar más toallas.

Corrió nuevamente a la cocina y buscó repasadores. Le ató uno más cerca del tobillo y el otro de la rodilla, con toda la fuerza que pudo. No pensó en hacerle un torniquete, solo trataba que no perdiera más sangre.

Lo que vino después, solo fue el miedo. El miedo al verla desmayarse y no saber que hacer. Hablarle, gritarle, sostenerle la mano con fuerza, y esperar. Temiendo lo peor. Esperar que llegara la ambulancia. Los minutos eran eternos.

En cada desmayo, sentía a la muerte rozándole la espalda. Y no podía creer estar pasando otra vez por una situación así. Y esta era peor que todas las que podía haber pasado.

La última vez que la mujer perdió la conciencia, no logró despertarla. Fue un segundo interminable. Llegaron los médicos y la asistieron.

Se miró las manos llenas de sangre y fue al baño. Se las lavaría innumerables veces antes de que terminara el día, siempre teniendo la sensación de que seguía teniendo sangre en las manos.

Hubiera querido decirles a los que presenciaban sin hacer, que no podía con esto. Que era mucho para ella. Que no lo soportaba. Que era muy pesado.

Se sintió como cuando tenía 15 años y se había hecho cargo de la larga enfermedad de su abuelo y de su muerte, un año después.

Pero el no puedo, se le quedó atorado en la garganta.

2 charletas:

Unknown dijo...

caro, esta historia me parecio increible la 1ra vez que la lei, y ahora que se el coentrxto que te inspiró me parece doblemente buena. Se ve que S. King te dio un par de lecciones a vos tb. besotes nena. nos vemos para burbujear

CaroTros® dijo...

Que bueno que te haya gustado! Ya sabés que fue mi manera de hacer catársis.

S.K. is my master!

Besotes,
Caro.

PD: La Burbuja en Facebook, coming soon...estamos trabajando para usté!