Seguimos refritando...

Este texto lo escribí por Noviembre del 2007, en la previa de mi casamiento.

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Wedding Day

Apoyó su nariz contra en frío vidrio y miró como la ciudad comenzaba a movilizarse. Eran las 6 de la mañana y ella había pasado toda la noche despierta. La temperatura era demasiado baja para ese Diciembre, y si bien la casa era tibia y acogedora, ella sentía el frío en lo más profundo de sus huesos y su corazón.

Dio un paso hacia atrás y miró la marca que había dejado su cara apoyada en la ventana. Pensó en que muy pronto las cosas cambiarían para siempre. Vio el reflejo en el vidrio, lentamente se dio vuelta, apoyó la espalda contra la ventana y volvió a mirar su vestido.

Ese día se casaba.

En unas horas comenzaría a sonar el teléfono, el timbre y todo se convertiría en un gran torbellino de detalles por resolver. Pero allí, parada en su habitación, por donde había deambulado toda la noche casi desnuda, ella solo quería disfrutar de esos últimos momentos de quietud.

Necesitaba pensar, ordenar sus ideas y su corazón.

Se sentó en el piso, apoyó un codo sobre la cama y observó largamente la foto que tenía desde hacía largo tiempo sobre su mesa de luz. Recordó como había sido todo desde el primer día en que se habían conocido. Como seguía sintiendo que él la había rescatado del profundo abismo en el que se encontraba casi 2 años atrás. Él la había tomado de la mano y la había arrancado de ese oscuro lugar donde permanecía inmovilizada y en donde parecía que la muerte era la única salida para dejar de sentir tanto dolor.

Algo más de un mes atrás había comenzado a fumar nuevamente, a él le había dicho que era por el stress, por los nervios del casamiento. Le había mentido, había vuelto a fumar desde ese día, luego de esa discusión. Y había pasado toda la madrugada encendiendo cigarrillos y recordando ese momento, en que ese sueño había terminado.
Había sentimientos encontrados en su corazón y otros que corrían en paralelo. Deseo, bronca, culpa, felicidad, tristeza, desolación, un enorme cariño y un profundo amor.
No estaba arrepentida de la decisión que había tomado, pero no dejaba de pensar en lo que podía haber sido. Y eso la estaba enloqueciendo.

Caminó hasta el baño y comenzó a juntar agua en la bañera. Necesitaba un baño bien caliente, algo que la relajara un poco después de esa larga noche.

Fue hasta el living para poner música…hacía mucho que no disfrutaba de esas cosas que hacía cuando vivía sola. Darse un baño de inmersión, mientras sonaba su banda favorita y se masturbaba en el agua, era uno de los mayores placeres de su vida de soltera.

Pensó en qué música poner…dudó y eligió ese cd que le recordaba a él.
Con él no se casaría, ni tendría hijos y quizás nunca acabarían juntos, pero era su gran amor. El hombre que hasta el día que se muriera, con solo evocar su recuerdo, la haría sonreír. Era un hecho, ese día se casaba con otro…mientras por dentro, en lo más profundo de su alma, sentía un amor tan inmenso por ese hombre, que le dolían los huesos de sentirlo.

Recordó las últimas charlas en las que todo pendía de un hilo….podían pasar de ser los seres más dulces del mundo, a querer matarse al instante siguiente.
Recordó como ella evadía ciertos temas y rememoró las respuestas de él…“no digas que me adorás, cuando en realidad me amás”.
Eso había llegado a lo mas profundo de su corazón…ella no quería mentirle, pero sentía miedo de seguir amándolo de esa manera.

Apagó el último cigarrillo del paquete, se quitó la escasa ropa que usaba para dormir y la metió en el cesto de la ropa sucia. Desde adolescente le gustaba dormir así, escasa ropa interior y alguna de sus remeras favoritas; y aunque esa noche no había podido conciliar el sueño, se sentía cómoda así.

Volvió al baño, la bañera estaba casi llena. Metió tímidamente un dedo del pie, y al comprobar que la temperatura era agradable, hundió toda la pierna. El contacto con el agua siempre le había resultado sumamente agradable. Era como sentirse en su medio natural…fundamentalmente en el mar.

Se sentó e inclinó su cabeza hacia atrás para mojar su pelo…pensó por un segundo en que iba a tener que ir a la peluquería más tarde, aunque no tuviera ganas.
Se venía sintiendo así desde hacía mucho tiempo, desganada…y ni siquiera la planificación de su casamiento la había podido sacar de ese estado. Estaba cansada de tener que luchar por todo lo que deseaba…muy cansada, extremadamente agotada.

Sumergió todo su cuerpo y su cabeza bajo el agua…las cosas había cambiado bastante pensó, ya no era la pequeña que nadaba en la bañera, ahora con su casi metro setenta de estatura tenía que dejar gran parte de sus piernas afuera si quería escuchar el silencio debajo del agua.

Se quedó unos instantes, hasta que ya no pudo contener más la respiración y sacó su cabeza para respirar. Todo era tan diferente fuera del agua…el cuerpo pesaba más, el alma dolía más, el corazón latía más fuerte y su sonido parecía enloquecerla.
Comenzó a llorar histéricamente y sus lágrimas saladas se mezclaban con el agua dulce de la bañera. Estaba tan asustada, se sentía tan terriblemente sola…

Solo deseaba estar con él, aunque fuera una vez. Aunque el mundo estallara en mil pedazos, solo deseaba que algo la arrancara de allí y la llevara donde él estaba.

De pronto comenzó a sentirse mareada…algo no estaba para nada bien, su mente comenzó a traer desordenadamente imágenes del pasado, desde su niñez, su adolescencia, su madurez…y ninguna era buena. Sentada en la bañera sin poder moverse, llorando desesperadamente, casi a los gritos, creyó ver a alguien parado en su baño. Cerró los ojos muy fuerte, sin dejar de llorar y los volvió a abrir. Lentamente giró su cabeza hacia la derecha y allí la vio. Casi transparente, la imagen de una mujer flotaba a su lado.

No necesitó más que unos pocos segundos para comprender que, aunque jamás la había visto, esa mujer era su madre. Y venía a buscarla.

La mujer que ella veía comenzó a acercarse sin caminar, hasta quedar a su lado. Ella comenzó a llorar nuevamente y le dijo desesperada que ya no podía mas, que el dolor era demasiado, que no deseaba más vivir si no podía estar con el hombre que amaba, que sabía el dolor que iba a causar a otros pero que estaba muy cansada, solo quería no sentir más nada. Nada, ni dolor, ni ese amor que la estaba aniquilando por dentro.

Sintió una suave caricia en su cabeza y lentamente volvió a sumergirse bajo el agua. Abrió los ojos y vio como el agua distorsionaba las imágenes, pero a pesar de eso la seguía viendo allí, parada a su lado.

Esta vez las imágenes que vinieron a su cabeza fueron más agradables y todo el tiempo escuchaba la voz de él hablándole, diciéndole lo mucho que la amaba, las ganas que tenía de estar con ella, de besarla, de hacerle el amor. Lo veía, lo sentía, lo imaginaba con ella, haciendo todas las cosas que siempre habían soñado.

Comenzó a sentir mucho frío y pensó en que hacia tanto tiempo que estaba en la bañera que seguramente el agua ya se habría enfriado. Pero se sentía tan bien debajo del agua que no quería salir por nada del mundo, allí todo era silencio y quietud, y eso era lo que más necesitaba su corazón. Paz.

Siguió viendo las imágenes que proyectaba su mente, mezcla de realidad y de los sueños que soñaba despierta todos los días, cada día sin que nadie lo supiera. Su visión se hacía cada vez más difusa, pero pensó que sería por tener tanto tiempo los ojos abiertos debajo del agua…

Lo mejor de todo, pensó, es que debajo del agua ya no necesitaba respirar.

Cuando él entró no estaba asustado, solo inquieto. Le extrañaba que justamente ella no hubiera respondido el teléfono en toda la mañana.

2 charletas:

Anónimo dijo...

Un relato terrible y triste.

Además de preocupante.

Saludos!!

CaroTros® dijo...

No se me preocupe que la de la historia no soy yo...

Besotes,
Caro.